miércoles, 28 de agosto de 2013

Paredes blancas (Necrofotografía)



 
Ya no están presentes, vive su memoria. De vez en cuando me doy un paseo por su casa y capturo algunas imágenes de singular belleza. Su hogar es el mío, porque hogar es donde uno se siente a gusto. Son mis amigos, porque ellos como yo guardan profundos y reflexivos silencios. ¿Quién ha sido juzgado, criticado, humillado o traicionado por un muerto? 
 



Su morada gris es como un panal, gélidas celdas que guardan secretos, promesas no cumplidas, silencios eternos. Esos solitarios pasillos están llenos de historias inconclusas, porque nadie, con excepción de los suicidas, espera con ansias el momento final.






Contrario al aterrador ambiente de dolor constante y súplica desesperada de las iglesias, la paz de los cementerios es sobria; algunos salmos responsoriales quiebran por instantes la armonía y luego vuelve a reinar el silencio. 





La dulce mirada de sus guardianes agobia a los vivos que no entienden del gozo en que se encuentran los que aquí habitan. Bellas obras que invitan al visitante a no alterar la atmosfera pacifica del cementerio, a recordar nombres y fechas, algunas olvidadas.










martes, 6 de agosto de 2013

La Posada Alemana: tras las huellas de Carlos Lehder



(el autor en el pedestal donde estuvo el monumento a John Lennon)

 El viento trae rumores de excesos. Cada rincón guarda el recuerdo de una época intensa, los años locos del Quindío que llegaron de la mano de un excéntrico personaje. Narco sui generis, loquito caprichoso, rockero, prospecto de político y filántropo a su muy particular manera. El hombre de la década, el enemigo del estado, el amigo, el piloto, el jinete de la cocaína, el padre. Carlos Enrique Lehder Rivas.

 Nos recibe el domingo con un sol que aporrea el asfalto cuarteado y los adoquines descuidados y llenos de hierba de la Posada Alemana. La Autopista del Café se llevó la otrora bella portada que simulaba el acceso a un castillo medieval y el puente que comunicaba el complejo con el sector de las cabañas particulares. A la izquierda la caseta de vigilancia yace con el techo hundido y albergando aún restos de una conflagración. A la derecha se alza aún majestuosa una gran construcción de dos plantas con arquitectura alpina que solo los pájaros, los murciélagos y los jugadores de Paintball (me incluyo) aprovechan. Las jaulas que antes albergaban leones y cóndores hoy guardan gallos de pelea y gallinas flacas.




Construida a final de los 70´s en la vía Armenia – Pereira, en un alto desde el cual se contempla medio Quindío, el hotel Posada Alemana fue el primer gran complejo turístico que existió en esta tierra, 20 años antes de que los “genios” del mercadeo nos vendieran el pajazo mental de que somos emporio turístico, los inversionistas de otros departamentos arrasaran cientos de hectáreas de tierra cultivable para convertirlas en balnearios que generan muy pocos empleos y nos pusieran 2 parques temáticos con precios para turista europeo. La Posada estaba abierta para todos, la discoteca era visitada por personas de todo el país y, según testimonio de los que disfrutaron sus lujos, se conseguia el whisky más barato de la región. Siendo objetivos, Lehder es el verdadero pionero del turismo en el Quindío, no el Parque del Café.

Comenzamos el ascenso por las escaleras que llevan al sitio donde se alzaba el orgullo de Lehder: su monumento a John Lennon obra del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt y que en 2003 desapareció sin dejar rastro. Cuenta una leyenda urbana que los días 8 de diciembre de cada año, conmemorando la fecha en que Lennon fue asesinado, seguidores del ídolo de Liverpool prendían velas y lloraban su muerte en este lugar de peregrinaje. Hoy solo queda el pedestal.



Alcanzamos la cima de la loma y nos reciben las ruinas del restaurante, que colapsó tras un incendio a principio de los 90´s y del cual aún se alza altiva la chimenea. Atrás está el otro orgullo de la Posada, la discoteca que en la fría humedad del abandono parece aún estar viva; el viento trae notas de Supertramp y los Beatles en la cervecería, y pareciera que el octágono del piso de acrílico aún vibrara con The last train to London de Electric Light Orchestra. En algún rincón, un fantasma vestido como John Travolta en Saturday Night Fever se da un clandestino pase de cocaína que luego pasará con un whisky. ¿Cuantos artistas famosos pasarían por aquí? Otra leyenda urbana dice que siempre quiso traer a los Rolling Stones; de aquella época dorada de la balada en español, se rumora que estuvieron Camilo Sexto, Fausto y Leonardo Fabio.







De la infraestructura hotelera es poco lo que queda, sí bien casi todas las cabañas siguen en pié, solo conservan la chimenea y las alfombras. Uno que otro colchón lleno de hongos queda del mobiliario de antaño, amén de algunos televisores de lujo abandonados en un rincón de la construcción grande, un VHS y un tocadiscos en lo que fue la recepción. Los armarios y las tinas muestran señales de violencia, esperanzas de encontrar una caleta por parte de soñadores (léase: ladrones). El complejo de suites que se encuentra al fondo está totalmente saqueado, cubierto de musgo y con el techo a punto de colapsar.

Tras la extradición de Lehder a los Estados Unidos en 1988 y el posterior proceso de extinción de dominio, al estado le quedó grande costear el mantenimiento del complejo y lo echó al olvido. Un par de familias campesinas (de pésimos modales, por cierto) habitan las cabañas del patio central; las zonas verdes son custodiadas por vacas y gallinas. Duele ver cómo el potencial de este sitio como destino turístico haya sido desperdiciado, duele el abandono. ¿era tan difícil darla en comodato?

Se nubla el cielo, el aguacero es inminente. Cuando salimos, el viento sigue trayendo rumores de excesos.










miércoles, 2 de enero de 2013

Ardo por dentro





“están equivocados, viven su propio engaño, todos aquellos que se empeñan en que caiga mi telón. Soy una vieja cicatriz. Los golpes de la vida, el paso de los años, han hecho lentas mis pisadas pero no mi decisión; es tan profunda su raíz…” (WarCry, Ardo por dentro)

Siempre quise ser ermitaño. En gran medida por los misántropos genes maternos que me tocaron, pero principalmente porque los años me enseñaron que puedo llegar a ser una persona tan difícil y desagradable que es mejor desocuparle el mundo a los “normales” y vivir mi vida apartado de ellos para evitarles molestias. Es la primera vez en la vida que estoy tan cerca de ser el eremita soñado, aunque, como dice mamá, un ermitaño sui generis porque no puedo vivir sin gadgets tecnológicos y soporto todavía a una que otra persona.

El aislamiento voluntario del último mes ha obrado en gran manera, estoy cumpliendo con el objetivo no solo de volver a las letras tras casi 3 años de ausencia, sino también en la evaluación que estoy haciendo sobre muchas actitudes, rezagos de los malos tiempos, que me estaban haciendo insoportable aún para mi mismo. ¿por donde comenzar? Hay mucho que contar.

Empezaré reconociendo que 2012 fue sin duda uno de los peores años de mi vida, pues es en este año que el peso de mis múltiples defectos derrumbó por fin la ya resquebrajada fachada de mi vida interior, me tiró al suelo y me hizo contemplar desde el fondo el gran daño que habían causado a los cimientos. Era justo y necesario, hay que reconocer con dolor. Cometí errores imperdonables con los que causé gran daño.

He visto en estos meses como piedras de gigantesco tamaño se han roto en mil pedazos. He sido testigo del derrumbe de seres a quienes consideraba duros (entre ellos yo, por supuesto) e inamovibles. Se rompieron en pedazos sus máscaras, quedó en evidencia el centro blando y presencie su arrepentimiento, su gran dolor por el daño causado, su sed de paz interior. Aquella frase antigua que dice “mientras más grandes son, más ruido hacen cuando caen” es total y absolutamente verídico. Los vi llorar, vi su desesperación y pocos se han levantado.

Y así como he visto a la gente caer, con sus prejuicios, arrogancia y mentiras, otros a quienes yo consideraba de la misma camada de los duros, se quitaron voluntariamente el disfraz de estatua y decidieron mostrarle al mundo lo que realmente son: virtuosos soñadores a los que les faltaba un pequeño detonante para dejar florecer una vida que hasta su destape era hueca y sin sentido. Afloraron poetas, músicos, aventureros, enamorados de la vida, parejas que uno nunca hubiera imaginado posibles que hoy son enormemente felices. Cuanto me alegro por ellos por haber dado el paso evitándose el dolor de la ruptura por la fuerza.

Vengo de pasar años de amargura, solo, entregado al alcohol, la promiscuidad, el odio hacia el género humano, el silencio autoimpuesto, el rencor y la maldita soberbia que no me dejaba progresar y que se tuvo que romper, tirarme al mismísimo infierno para comprender que me equivocaba. Ahora estoy en proceso de reestructurar esta vida sin sentido que solía llevar, tal vez no a un gran paso porque sigo pensando no una ni dos, sino diez veces antes de pensar y actuar para no incurrir en los errores del pasado. Hoy, desde este balcón único en el que mi espíritu ha encontrado un poco de paz, veo con satisfacción que sí es posible vivir feliz. Esto apenas comienza.


“…ardo por dentro, con la fuerza de las llamas del infierno, aun tengo tanto que decir. Sigo rugiendo, contra un mundo que me ignora, contra el tiempo que me condena a morir. Aun puedo continuar, aunque solo sea un paso más”


jueves, 27 de diciembre de 2012

Por qué diciembre me sabe a mierda





Diciembre 31 de 1987, de la nada surgió la idea: ¿sí los vecinos tienen murraco, porqué nosotros no? Fue entonces como en cosa de media hora, del closet de la tía donde celebrábamos noche vieja empezaron a aparecer piezas de ropa con las que le dimos forma al primer muñeco de año viejo que se quemó en nuestra casa, tan precario en su diseño y tan machetero que la cabeza estaba hecha por una bolsa rellena de un trapeador y una caja de Marlboro vacía; por toda pólvora tenía 2 cajas de chispitas Mariposa, absolutamente inofensivo pero encantador para un grupo de mocosos entre los 4 y los 10 años. Lindos tiempos de inocencia, tiempos sanos en que los cagones quemábamos sirenas en los dedos y aventábamos papeletas a todo lado y nunca nos quemamos un pelo.

Para 1988 la cosa fue a otro precio, porque con días de anticipación, el aporte en chiros viejos de muchos parientes, la mano diestra de las tías para coser cada recoveco de la anatomía del muñeco, amén de la consabida vacuna a nuestros padres para la astronómica suma de 8 gruesas de papeletas (la gruesa tiene 12 docenas, 1152 unidades en total), fue edificada la mole, el papá de los muñecos, una tronamenta devastadora que causó sensación en varias cuadras a la redonda. Así quedó firmada con fuego la tradición que cada diciembre unía a la familia.

Y es que la magia de su confección es única: definir el personaje, darle forma al cuerpo, seleccionar el relleno idóneo de acuerdo a la cantidad de pólvora a utilizar, el tono de piel, las facciones, el nombre del monigote de turno. Con los años fuimos los cagones los que empezamos a fabricar nuestros propios muñecos, especialmente mi primo el Mono y yo, siempre los más entusiastas y los más creativos a la hora del diseño: Eddie de Iron Maiden, Jason de Viernes XIII, algún pariente, una negra parecida a la de Tom y Jerry, un travesti con una pioja que le medía no menos de 40 centímetros, un fakir entre otros que hicimos entre 1897 y 1999, última vez que la familia estuvo unida en pleno.

Nos recibió el nuevo siglo con vientos de distancia. Por motivos económicos me vi forzado a dejar el país, y aunque el Mono quedó aquí, el entusiasmo no fue el mismo por lo que me cuentan los que sobrevivieron a la historia. En marzo de 2002 en un accidente en que un conductor ebrio se comió un pare y lo arrolló, después de 4 días de agonía se nos fue el que más que mi primo era como mi hermano menor. Es mismo año regresé al país en octubre, pero aunque quise seguir la tradición ya no había motivación. Otros parientes que compartían el entusiasmo en torno al malnacido murraco nos han ido dejando, entre ellos una buena tía que el año pasado, los primeros días de diciembre, murió por negligencia de una EPS. Mi último intento de muñeco, en 2010, fue un maldito fracaso porque justo a las 12 se largó un aguacero torrencial que lo empapó y no se quemó ni la mitad.

Han pasado 10 años desde la muerte del Mono y lo extraño como sí se nos hubiese ido ayer no más. Y se preguntarán ustedes, ¿será que el tío 3Pelos está pensando en hacer su murraco este año? No, definitivamente los dejaré como un bonito recuerdo de los años felices. Diciembre se convirtió en una pesadilla porque la amargura que me carcome hace ya tanto tiempo se acrecienta. Recordar a tanta gente que he perdido es la constante por estos días en que el peor insulto que me pueden hacer es decirme “vean pues a este pendejo, aburrido en días que están hechos para ser feliz”. Sean felices ustedes, déjenme aquí tranquilo que, ojala pronto, esta vaina se me pase sin necesidad de Amitriptilina y estaré confeccionando el muñeco del Mono para que desde el cielo se cague de risa.

martes, 25 de diciembre de 2012

Los ogros somos como las cebollas




Los ogros tenemos conciencia: sabemos que somos tan terribles que preferimos mantenernos al margen para no fastidiar con nuestra ingrata presencia. Somos tan nauseabundamente desagradables que nos guardamos nuestra pestilencia para nosotros solos, en nuestro pantano, dándole al mundo un sano ejemplo de respeto por el espacio vital ajeno; así que sí le disgusta nuestro aroma, tápese la nariz y siga de largo.

Los ogros tenemos mal temperamento, es verdad, podemos con nuestra descomunal furia provocar devastación. Pero, pregunto, ¿sabe usted cuanto dura la furia de un ogro? Seguro que usted no sabe que, tras un breve respiro, la cordura regresa y podemos ser tan fríos y calculadores como usted, que se precia de humano. No nos moleste, no provoque nuestra ira y se evitará problemas y peligros.

Dicen que los ogros tenemos el corazón frío, y eso no es más que mierda. ¿no creen que un ogro puede en cruzada valiente ir hasta una torre y rescatar a una princesa? ¿no creen que, feos y nauseabundos, también podemos conmover un corazón de mujer y hacerla más feliz que un príncipe afeminado y cobarde? Poco nos conoce, carajo. Y somos sensibles, románticos y le damos al objeto de nuestros amores una muestra del cielo.. ¿egh?... ¿cielo un pantano con un monstruo pestilente?... si, para la que es capaz de atravesar nuestras capas.

Los ogros sabemos cuando nos equivocamos, porque siempre, aunque no se consiga nada, reconocemos con gallardía nuestros errores. Y sabemos cuando renunciar, incluso sabiendo que lo que estamos dejando atrás nos dejará un vacío enorme. ¿Cómo negarle a lo que uno ama la oportunidad de ser más feliz que estando junto a un ser despreciable y complejo como nosotros? No tenemos frío el corazón, nuestras feas caras parecen estar en modo neutral pero por dentro nos sentimos morir, y en esos casos siempre nos marchamos lejos.

Todo es cierto, Burro: los ogros tenemos capas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Panorama



“… que lejos está la luz del norte, que lejos está mi ciudad. Que lejos han quedado ya mis sueños, que duro es mirar atrás. Llorar sin una lagrima derramar…” (Warcry, Luz del Norte)




Llegué. Estuve esperando varios meses por este idílico lugar, con la esperanza de desconectarme de aquel malsano ambiente, el infernal entorno en que se convirtió mi pueblo, o mejor dicho, el pueblo de los sinvergüenzas hijos de puta sin cultura ni respeto por los demás en que se convirtió mi patria chica. Montenegro (y esto es triste) ya no huele a café: huele a la más nauseabunda de las mierdas.

Cada esquina tenía algún recuerdo siniestro, cada lugar antes amado evocaba algún momento de dolor, de rabia, de frustración, de desesperación. Veía en los ojos de cada transeúnte a un rival por oxigeno, por espacio. Es triste que lo peor de Montenegro sea su gente, otrora cívica y respetuosa. Tras el terremoto esto se volvió un chiquero infecto donde nadie respeta a nadie.

Peco por conservador, pero no mienten los viejos cuando dicen “mi pueblo ya no es el mío”; de pequeños todos sabíamos quién era quién, y tras la tragedia de 1999 esto se llenó de desconocidos, gamines, limosneros, indígenas Embera que también vienen a pedir limosna y de los mal llamados “desplazados” (a ver, no hablemos mierda: el 80% no lo son realmente, sino vagos hijos de puta que buscan que los mantenga el sistema asistencialista).

Como ingrediente adicional de este sudao inmundo también proliferaron los pseudorastas y neo-mamertos drogadictos, punkeros y patinetos con sus conflictos de personalidad, drogas, vandalismo y resentimiento social, alcohólicos ruidosos en carros con parlantes estridentes y prepagos en cantidades alarmantes. Sí le sumamos la labor ineficiente de las fuerzas del orden, que solo sirven para enamorar mantecas, estamos en el paraíso de los anarquistas. Ninguna administración ha podido, por más que implementen programas, hacer algo de impacto positivo por la cultura ciudadana.

A causa del infernal ruido que llegaba a mi antiguo apartamento y que estaba acabando con mi sueño, ya de por si afectado años atrás, me vi en la necesidad de volver a casa de mis viejos buscando tranquilidad; no la encontré pues la otrora cuadra silenciosa y sana se convirtió en guarida de microtraficantes, drogadictos y homosexuales, menores de edad la mayoría; para completar el caldo insalubre nos instalaron una iglesia evangélica donde sus cánticos son tan agradables como el sonido de un taladro. No solo no encontré paz en Hotel Mamá sino que mis índices de tolerancia disminuyeron, que ya es mucho decir cuando sin tapujos me declaro el ser más intolerante de muchos kilómetros a la redonda.

Y es así como una tarde, sin esperarlo, volvió providencialmente el amigo que habita desde hace meses en este pequeño paraíso a decirme que, por fin, la cabaña que esperaba ya estaba disponible. No había nada que pensar, empaqué y aquí estoy, procurando volcar este veneno maldito en palabras. Desde este hermoso y silencioso balcón espero que las musas que abandonaron en 2005 mi cabeza, regresen para no irse jamás.

Voy a emborracharme de paisaje, aquí veremos los resultados.



viernes, 14 de diciembre de 2012

Adiós



Me marcho de aquí, me cansé de la gente nauseabunda, ruidosa e insoportable de este pueblo. No hay nada en este lugar que me de satisfacción, por eso me voy a encontrar en el silencio la paz que este basurero plagado de ruido y escoria me ha negado.

Con permisito, me largo antes de que llegue a odiar las calles que antes amaba.